Los dos últimos días de nuestro viaje los dedicamos a turismo típico. Atrás se quedaron los altos Tatras. Nos llevábamos un recuerdo imborrable de un país que casi no conocíamos, que encontramos algo rural pero encantador. Nada más salir del hotel, en el autobús nos trasladamos a Polonia, donde teníamos previsto visitar una mina de sal. Wieliczka es la mina de sal más antigua del mundo. Esta perfectamente preparada para la visita y lo que más impresiona es la cantidad de madera que ha hecho falta durante siglos para mantener en perfecto estado las inmensas galerías pro las que durante siglos se ha ido extrayendo la sal. Toda la mina es una recreación de los trabajos que allí se realizaban, así como representaciones de escenas relacionadas con la historia de la misma. También tiene una capilla espectacular. Mi opinión es que está demasiado comercializada, habiendo perdido un poco del encanto que debió de tener. No deja de ser original.
Por la tarde nos trasladamos a Cracovia, donde después de instalados en un hotel muy confortable, el Galaxy, tuvimos la tarde libre para recorrer sus calles y mercados. Un paseo por la ribera del rio Vistula completó la tarde/noche.
Dormimos espléndidamente, pues llevábamos cansancio acumulado. Y después de un abundantísimo desayuno, un buen paseo por la ribera del rio otra vez. Unas últimas compras y después hicimos la visita más dolorosa. El campo de concentración de Auschwitz. Se trata de algo que hay que hacer. Ver el horror del que el hombre es capaz. Pero yo no estaba preparada para ello.
La vuelta a casa se hizo pesada, el viaje en avión y luego en taxi hasta Valencia se hicieron eternos. Pero la alegría de ver a nuestras familias nos ayudó a descansar.
Quiero volver a dar las gracias a Valerian por lo bien planificado que tenía el viaje. Excepto las cenas en el hotel, que también tuvieron su gracia por los malentendidos, las demás comidas las tenias todas planificadas en lugares de comidas típicas, por lo que hemos probado todo tipo de sopas, carnes y postres variados y sabrosos. Y también por su paciencia y su serenidad.
Si tengo que quedarme con alguna imagen, tengo varias.
La satisfacción de haber subido al paso Sedielko. La serenidad de Valerian. Las risas con mis amigos, Carmen, Mila, Mª José y Vicente. La sonrisa de Anne Marie. La inmensidad de las montañas. Y la imagen de un muchacho, que melancólico, escuchaba música sentado en un escalón de Auschwitz.
3 comentarios:
Me gusta mucho,Merche, ese final que has puesto a tus crónicas: la foto del joven escuchando música en su soledad; las risas con nuestros amigos; la sonrisa de Anna; el gozo de la montaña con el paso Sedielko.... Compendias con satisfacción un viaje memorable. Y yo, como amigo vuestro, me alegro mucho.
Abrazos,
Luis.
Muchas gracias, Merche. Encontrar tu BLOG en la red mientras ordenaba los recuerdos del viaje ha sido como realizarlo de nuevo.
Un fuerte abrazo y saludos a Rafa.
Tomàs.
Fantástico Merche. Excelente descripción de cada ruta y buen reportaje fotográfico. Magnífico recuerdo.
Abrazos.
PEPE PONS
23 de Agosto de 2011
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