jueves, 27 de septiembre de 2012

Vacaciones en Septiembre

Una época desconocida para nosotros



 No estamos acostumbrados a salir de viaje en Septiembre. Los planes fueron cambiando hasta encontrar lo que buscábamos. Una zona que casi no conocíamos, Jaca y su comarca, iba a ser nuestro destino.
Preparado cuidadosamente, hemos pasado unos días estupendos.
El primer día visitamos el castillo de Loarre. Fortaleza medieval de impresionante aspecto, perfectamente camuflada entre rocas que debían impedir que este castillo fuera visible desde la distancia. Escenario de varias películas como "El Reino de los cielos", y la estupenda "Miguel y Willian". Se comprende que lo usaran para demostrar como era la vida medieval. Las vistas desde el castillo permiten disfrutar de la gran llanura de la Hoya de Huesca.

Para continuar hacia Jaca, tuvimos el acierto de ir por la carretera que discurre por los Mallos de Riglos. Todo un placer para la vista. Paisaje impresionante.






 





La llegada a Jaca se hace desde la carretera de Pamplona y casi no nos dimos cuenta de que ya estabamos en nuestro hotel. El reina Felicia. Moderno y muy cómodo. Y con una vista especial: la Peña Oroel, majestuosa montaña que se puede divisar desde muchos km alrededor. Un paseo por el centro de Jaca para tomar contacto y darnos cuenta de que es una ciudad encantadora, llena de rincones intimos, con mucha vida.
Nuestra primera intención para estas vacaciones había sido hacer el tramo Aragonés del Camino de Santiago, pero una inesperada pereza, nos hizo cambiar de planes. Pero había un deseo de conocer la zona por la que transcurre el Camino y por eso empezamos por el Valle de Canfranc.

La historia de este pueblo es fantástica. Siendo un tímido pueblo de montaña, fronterizo y vigilado por eso mismo durante siglos, lleno de fortalezas, bunkers y refugios, se vio de pronto siendo protagonista de los afanes grandilocuentes de autoridades españolas y francesas que quisieron hacer un túnel para unir Francia y España por ferrocarril por la zona central de los Pirineos. Mientras, un grave incendio destruyó el antiguo pueblo y la población se cambió a la incipiente Estación de Canfranc.El proyecto nació herido por las muchas dificultades que tenía, tanto técnicas como practicas. Nunca llegó a tener el trafico de mercancías que se le suponia y las diferentes guerras y accidentes acabaron con su importancia. Y el resultado, casi 100 años después, es una estación preciosa, de estilo modernista, con todos los servicios que debia de tener una estación internacional...y perfectamente abandonada.

Una breve caminata por el paseo de Los Melancólicos que rodea Canfranc y mas tarde por el puerto de Somport para ver la famosas escaleras por las que empieza el Camino Aragonés en su descenso hasta Candanchu fue el broche de una mañana donde la nostalgia por el abandono de esta impresionante obra de la historia del Ferrocarril. Por cierto, seria un lugar estupendo para hacer allí un museo temático de los ferrocarriles.
Por la tarde, una visita a Jaca. La Ciudadela, o Castillo de San Pedro, es un claro exponente de la importancia que Jaca ha tenido a lo largo de la historia. Castillo, diferentes cuarteles,iglesias románicas y su historia demuestran que era zona fronteriza a lo largo de los siglos, y que ahora , en época de paz, es una ciudad dedicada al turismo y a los deportes relacionados con la montaña. Prueba de ello es la unidad de la Guardia Civil especializada en rescates en alta montaña, que desde Jaca atiende la necesidades de tanta gente.
Una cosa curiosa, la Torre del Reloj, se usaba también como Torre de la Catedral, y ahora, las campanas de la misma están el Ayuntamiento.
Para el siguiente día teníamos previsto la visita a la joya del románico aragonés: San Juan de la Peña.

Lugar misterioso y lleno de leyendas sobre su fundación, ha llegado a nuestros días en un estado de conservacion aceptable para poder disfrutar de su belleza. Como ha ocurrido siempre a lo largo de los siglos, las diferentes actuaciones del hombre, las mezclas de estilos y los abandonos han hecho mella en los monumentos. De hecho, el monasterio nuevo, construido para poder acoger a los monjes después de un incendio en el Viejo, ha llegado en tal estado de destrucción que solo una rehabilitacion moderna y funcional para poder demostrar lo que era y la historia del lugar, ha salvado los pocos restos que se ha podido recuperarLa visita actual consta de una serie de paneles y vídeos en el Monasterio Nuevo sobre las formas de vida del mismo y la historia del Reino de Aragon y tras un corto paseo a través de un sendero, visitar el impresionante San Juan de la Peña. Realmente,si se pudiera visitar a solas, sería un salto en el tiempo. Dejarse llevar por la fantasía y ver la dureza y la belleza de la vida espiritual de las gentes que habitaron allí.
Antes, a primera hora, habíamos visitado un pueblo precioso. Santa Cruz de la Serós. Enclavado a los pies de las montañas que acogen los monasterios, tiene unas vistas impresionantes y una joya: la pequeñisima iglesia de San Caprasio. Preciosa y diminuta, perfectamente sola, para poder disfrutarla en todo su esplendor. video de S juan
La vuelta al hotel nos deparó una tarde de Spa y piscina, que falta nos hacía.




Siguiendo nuestro viaje cultural e histórico,al día siguiente nos desplazamos hasta la comarca de las 5 villas. Sos del Rey Católico y otras poblaciones importantísimas de la historia de España, y que ahora viven de la placidez de sus leyendas y de los visitantes que disfrutan de sus calles.
Paradas obligatorias fueron otros pueblos mas pequeños, pero llenos de rincones emblemáticos.
Ruesta, abandonado por la construcción de un pantano, y que nunca llego a estar inundado. Parada obligatoria del Camino de Santiago y recuperado para los peregrinos. Un Albergue y algunas casas, junto a una torre vigilante, son lo único que queda del mismo.
Navardún. Desde lejos se divisa su imponente Torre, único testigo de un castillo que se supone vigilaba la entrada al valle. Edificios de piedra que dan fe de su historia, pero también de veranos placenteros, de charlas de jóvenes en el porche de la plaza, de primeros amores. Un punto nostálgico te invade al visitar Navardún.
A medio día llegábamos a Sos, pueblo natal de Fernando el Católico. Histórico en todos los sentidos. Un Crucero en la entrada, al lado del portal de Zaragoza, nos indica la importancia religiosa y militar de la ciudad medieval. Las calles, retorcidas y en continuos subi-bajas, te despistan hasta el punto de perderte. Según la guía que nos acompañó durante la visita, esto no es casualidad. En plena Edad media, era importante que el enemigo se perdiera por las calles, en el caso de que consiguieran pasar por las múltiples puertas fortificadas y las murallas exteriores. Toda un fortaleza.
La Historia todos la conocemos. Lugar natal de Fernando el Católico, debe su riqueza al hecho de ser fronteriza con Navarra en épocas convulsas de guerras y traiciones familiares. Pero ahora su vida cotidiana es mas sencilla. Los "valientes" que viven allí todo el año, lo hacen orgullosos de sus raíces, de su presente, que cuidan con esmero y miran con esperanza el futuro.
Hay otra historia muy curiosa que nos gustó. El cineasta Luis Garcia Berlanga rodó su película "La Vaquilla" en este escenario natural, y el pueblo se lo agradeció con una estatua del mismo y 12 sillas de director con los nombres y las frases de los protagonistas de la misma repartida por los lugares que salían en la película. Bonito detalle.
Más tarde y después de comer en un restaurante que se llama Vinacua...donde NO saben cocinar, hicimos una visita guiada al palacio de los Sada, casa natal de Fernando el Católico.
El Monasterio de Leyre fue nuestra siguiente parada. Cuna del reino de Navarra, es un importante centro religioso. Allí los monjes de clausura nos "obsequiaron" con unos cantos gregorianos algo cansinos, jejeje. Hubo un momento en el que descubrí a Rafa intentado escapar entre los asientos de la iglesia, pero no habia escapatoria. Aguantamos hasta el final.
Casi de noche, aún nos acercamos al Castillo de Javier. Una vez mas, centro religioso de Navarra, cuna de San Francisco Javier. Imponente fortaleza.
Y esto fue todo en un día intenso en historia e historias. La más conmovedora, un grupo de viajeros de Perú, descendientes de españoles, casi octogenarios y que año tras año se recorren la geografía española empapándose de nuestra historia.





Y como no podia ser de otra forma, el último dia lo dedicamos a la naturaleza.
Los valles de Hecho y Ansó, y la Selva de Oza fueron nuestra despedida.
Habíamos leído que eran los valles mas bonitos de Huesca, pero no exageraban. Cada pueblo, cada rincón es un espectáculo.
En Hecho, primer pueblo donde paramos, nos llamó la atención la peculiaridad de sus chimeneas. Muy artísticas y llamativas. Y un museo de escultura al aire libre que le da al pueblo un toque moderno y cosmopolita. Preguntando a los lugareños, nos dicen que no nos perdamos el monasterio de San Pedro de Siresa. Realmente valió la pena. Sin dudarlo, la mas bonita de todas las iglesias románicas visitadas. Hermosa y perfecta. Grande y limpia. Una joya discreta, con unas vistas preciosas sobre el valle.
Y continuando viaje fuimos subiendo por la carretera, buscando la Selva de Oza. Antes, los estrechos de la Boca del Infierno nos dejo sorprendidos. Perfectos para practicar el barranquismo.
La Selva de Oza es un paraje especial. Sus bosques de hayas y abetos no le tienen que envidiar nada a otros lugares mas famosos. Espectacular es la palabra. Además, cuenta con el atractivo de los restos megalíticos que hay que localizar escondidos por los bosques. Una pequeña ruta nos permitio meternos de lleno en el corazón de la Selva y disfrutar del silencio y de la cercanía de las altas montañas del Pirineo.
El regreso lo hicimos por Ansó, otro pueblo donde la tranquilidad, las calles empedradas, las chimeneas redondas y los huertos entre las casas, hicieron que pasáramos una tarde deliciosa. La Foz de Biniés y el pueblo del mismo nombre, dieron fin a otro día especial.






Y después de 5 días de disfrutar de los paisajes y pueblos, de la historia y de las costumbres de Aragón, volvimos a casa, a disfrutar de alguien muy especial: nuestro pequeño Pau, al que echábamos mucho de menos.